Mauricio Wiesenthal

El salón de actos del IES Pedro Espinosa en Antequera suele ser testigo de cómo jóvenes escritores dejan de ser jóvenes con los años. Esta vez es testigo del silencio, porque nunca antes habían escuchado con tanta atención y entusiasmo. Ahora su atención se centra en una corbata de lunares. En un hombre con corbata de lunares, chaqueta gris y un pañuelo en el bolsillo de esta. Lleva gemelos, ya no se ven hombres con gemelos. Y en el dedo, el anillo de la primera mujer de su padre, nos cuenta el día siguiente a que nos quedemos prendados de sus historias. Mauricio Wiesenthal nació en Barcelona, pero no podríamos decir que fue de allí. Él es de todos sitios. Es autor de narraciones, ensayos, biografías, libros de viaje y obras sobre temas de enología. Ha seguido el rastro de personas importantes. De Nietzsche, de Mozart, de Tolstoi, de Byron. Habla del Danubio, recorrer el Danubio en bicicleta. Y nos mezcla ideas en la cabeza, para inculcarnos que llevemos vida de artista y no de simples mortales, que queramos, en ese momento, salir corriendo y subirse al tren de la vida porque no sabemos el anden pero nos estamos dando cuenta que, aún somos jóvenes y la estamos desperdiciando. Eso pasa por escuchar atentamente a un hombre que puede hablarnos de enología, fotografía, literatura y sobre la vida, en la misma frase, sin hacer diferencias, como si todos fuésemos, en resumen, eso: una mezcla de sensaciones y momentos perfectos sin pensar.

Esa noche nadie duerme. Los que duermen, probablemente, han soñado con él. Han soñado con irse al Danubio, con enamorarse cuando menos convenga y no tener miedo de decirlo (así se vive, nos dice). Pero tenemos ganas de más y despertamos pronto, café y a escuchar. A escuchar algo que se sale del programa. Algo mejor que una clase sobre técnicas narrativas, sobre la vida de un escritor: a escuchar la vida. Entonces nos recomienda que siempre nos pongamos los últimos, que al final siempre hay sitio y se acaba llegando. Nos habla de Rilke, de Verlaine, de Lord Byron. Y de los personajes de Dostoievski y su facilidad para desnudarse ante una copa de vino. También del viejo Tolstoi, para más tarde hablarnos de Sofía, de un amor que nunca fue real sino que se basó en los cuidados de sus hijos y su casa. Ahora lleva pajarita. «Debemos usar sombrero en honor a nuestros padres», dice.  Y sigue reinando el silencio. Porque todos son conscientes que el tiempo ha pasado, que debería haber un descanso, que las vejigas no soportan más pero la razón (o la irracionalidad) no nos mueve, porque queremos historias aunque se nos cierren los ojos. Queremos alimentarnos de vidas ajenas, de historias de autógrafos, de historias alrededor del mundo. Pero todo acaba, despacio. Si respiramos, nos oxidamos. Estamos respirando. Si no respirásemos seríamos eternos; eternamente momias. Y el tiempo se agota y nos vamos. Nos vamos sabiendo que el amor es ver las cosas al revés y con miedo, de la posibilidad de ser artistas y anteponer, a la vida, el arte. Montándonos al tren de la vida porque hoy hemos dado con el andén y sabemos que empieza aquí, cortando las patas de la silla para leer más cerca.

http://www.mauriciowiesenthal.com/

Una respuesta a “Mauricio Wiesenthal

  1. Quizás no sea una obra maestra pero creo el personaje lo es. Personalmente pienso que Wiesenthal es una de esas figuras poco reconocidas en nuestro país, a las que les falta el reconocimiento que merecen.

    Recientemente he descubierto también que es un gran amante del vino

    Un gran hombre sin duda cuya vida y obra merecen todos mis respetos

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